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Foto del escritorGóspel Living Water

Concierto en favor del Proyecto Cité-Soleil (Haití).



Cité-Soleil (Haití) Es el barrio más pobre del país más pobre de América, Haití.

También el más peligroso.  La vida en Cité Soleil transcurre sin que nada cambie.

Ni el terremoto que asoló la zona en enero de 2010, ni la posterior atención internacional han sacado a sus habitantes del paro, la suciedad y la violencia

Cité Soleil es hoy día el mosaico de ladrillos de arena y techos de zinc que miran por la ventanilla los pasajeros que despegan o aterrizan del aeropuerto internacional Toussaint L’Overture. Hay 34 pequeños barrios dentro: Bois Neuf, Boston, Partie Droullard, Brooklin, Linthau; una sucesión de viviendas del tamaño de una habitación cada una donde viven familias con tres, cinco y siete niños, que ya no salen a saludar el paso de los aviones, acostumbrados a escuchar a toda hora su estruendo. A la comuna la atraviesa un delta de aguas negras: seis gruesos canales por los que corren las aguas residuales de las comunas altas de la zona metropolitana de Puerto Príncipe, que desembocan en las aguas del puerto. Punto donde atracan cada día veleros que han zarpado de Jeremie, de Cabo Haitiano, de Miragoane, para traer cargas de carbón, plátanos y madera y llevarse pacas de ropa de segunda mano, comestibles en lata y detergentes importados.

Del complejo azucarero Hasco quedan solo las ruinas. Un amasijo de almacenes y calderas carcomidas por el salitre. La locomotora del tren que llevaba el azúcar hacia el puerto, bañada de herrumbre. Y la chimenea que, hasta la quiebra de la empresa en los años siguientes a la caída del duvalierismo, sonó tres veces al día para anunciar el comienzo y el fin de la jornada de más de 3.500 obreros haitianos que ahora vagan por Cité Soleil sin hallar otro empleo.

El profesor Allain Gilles, vicerrector de la Universidad Quisqueya, los ha estado observando. “Esa gente que ves en las calles, sin hacer nada, está trabajando. ‘Trabajar’ significa en Haití que estás recibiendo un cheque del Estado o de las organizaciones no gubernamentales”. Varias décadas antes de que el terremoto del 12 de enero de 2010 sacudiera la zona metropolitana de Puerto Príncipe con catastróficas consecuencias, este país ya era el epicentro de la pobreza occidental, y el Estado y las pocas empresas privadas ya dependían de la renta de las donaciones internacionales. “Cerca del 80% de la población ha vivido así durante cinco o seis generaciones y es normal para ellos”.  Aquí trabajar significa que estás recibiendo un cheque del estado o de las organizaciones no gubernamentales”

Con 146 combates ganados y 4 perdidos, a Evens Pierre se le conoce en los cuadriláteros como The Sun City Kid, el muchacho de Cité Soleil. Cuando camina por la polvorienta Rue Soleil 13, deja una estela de mujeres que suspiran y de niños que lo vitorean. Tiene ahora 28 años. Jacques Deschamps es el empresario haitiano del boxeo que lo descubrió liándose a golpes en las plazas del centro de Puerto Príncipe cuando era un chico de 17. Deschamps lo alimentó, lo entrenó y arregló para él su primera pelea amateur en Panamá. Allí vive desde hace ocho años y ha venido de visita.

Si sus contrincantes le temen por decir que ha nacido en Cité Soleil, mejor para Evens. “Hay magistrados, diputados, que vienen de este barrio y no se atreven a decirlo. Pero cuando yo sea campeón mundial, sí lo voy a decir: yo sí soy de Cité Soleil”. Aquel 12 de enero de 2010, Evens Pierre estaba dentro de la casa de sus hermanos, en la calle 19 de Village Reinassance, en Cité Soleil, que con el terremoto se vino abajo. Salió con vida. Cinco meses más tarde, ganó su primer título de la WBA, la Asociación Mundial de Boxeo, y volvió de inmediato al barrio para celebrarlo. Los dólares que Evens hace con los puños los envía una vez al mes a Puerto Príncipe, y de eso viven sus cinco hermanos desempleados.

De eso y de la caridad vive la población entera de Haití: el 2% que son ricos, el 8% que es clase media y el 90% que son pobres. Más de la mitad del dinero líquido que corre por las calles de la isla lo aporta la diáspora haitiana, instalada en su mayoría en República Dominicana, Estados Unidos y Canadá; los 1,5 millones de haitianos que huyeron del país en tres oleadas: durante la ocupación norteamericana (1915-1934), durante la dictadura de los Duvalier y a fines de los sesenta, en la emigración de los boat-people. Los expatriados envían a sus familiares aproximadamente 1.500 millones de dólares anuales: el equivalente a la mitad del presupuesto de todo el país. En cada esquina de Puerto Príncipe hay una oficina de Western Union o de Money Gram que hacen circular ese dinero fresco. El Gobierno del presidente Michel Martelly se queda con una parte, desde que en mayo pasado estableció un impuesto del 1,5% sobre todas las transferencias que vienen del extranjero.

Cuando las remesas llegaban, antes del terremoto de 2010, se agotaban los frascos de crema desrizante marca Prima y los tubos de Raaja Body Lotion en el puesto del mercado de madame Fleurant Ilerest. “Hace cuatro años, la gente tenía más dinero para comprar. Ahora la vida no es buena ni en la calle ni en la casa, pero siempre es mejor estar en la calle haciendo algo”, se queja la vendedora. Son las siete de la tarde del 6 de septiembre de 2012 y desde que salió a trabajar, a las seis de la mañana, solo ha vendido el equivalente a 200 gourdes: 5 dólares americanos. Al menos el marido de Fleurant tiene trabajo: es el hombre que abre y cierra la llave del agua en el Centro Autónomo Metropolitano del Agua Potable. El agua potable que no llega a Cité Soleil.

Quienes buscan empleo fuera de la comuna prefieren no confesar que viven en Cité Soleil. “Si escribes en tu hoja de vida que eres de acá, seguramente no te dan el empleo que buscas”, dice Reginald Louis, técnico en comunicaciones de 35 años, con cuatro hijos, desempleado desde que el Gobierno anterior, del presidente René Préval, privatizó la empresa de telecomunicaciones Teleco. Desde hace poco más de un año, Reginald trabaja recolectando basura para una organización no gubernamental que promueve el reciclaje. Durante los ocho meses siguientes al terremoto vivió en un campamento de damnificados; luego volvió a mudarse a su vieja casa del barrio Soleil 11. En una de las paredes cuelga un retrato del expresidente Aristide, y a la derecha, un machete. “Aristide es como mi padre. Cuando él estaba en el Gobierno, yo tenía trabajo, y el saco de arroz que ahora cuesta 1.500 gourdes costaba 800”, dice. “Sí es verdad que las familias envían dinero desde fuera. Pero cuando el dinero se acaba, la gente roba porque tiene hambre”.

A los miembros de la Liga de los Vuduis­tas de Cité Soleil les preocupa el vértigo con que han ganado terreno la fe de los evangélicos y las muertes violentas, y creen que solo uno de los suyos puede salvar a la comuna de las garras de la oscuridad. “Ningún político ha hecho nada por Cité Soleil, y por eso es que el coordinador de la Liga vuduista ha decidido lanzarse como candidato a alcalde de la comuna”, explica Cheguevara Kermidor: un hougan (sacerdote vudú) de 51 años que en la década de los ochenta conspiró contra Jean-Claude Duvalier y que durante un breve exilio en Cuba adoptó como suyo el nombre de Ernesto Che Guevara. Él y Merite Me­rissaint –mujer, de 40 años– dirigen la sucursal de la Liga de la calle Soleil 17.

La Federación Haitiana de Iglesias Protestantes calcula que la mitad de la población haitiana se ha sumado a su redil y se jacta de tener representación parlamentaria en la Asamblea Nacional de Haití. La religión vudú, la amalgama sincrética practicada por los esclavos negros durante los siglos de la colonia, se ha visto obligada a abrir el secreto de sus ritos para no perder practicantes. Los vuduistas comenzaron a agruparse en ligas, en asociaciones, y en 1997 un concilio de más de 70 hougans de toda la isla acordó la elección de una autoridad única: la mayoría de los votos favoreció a Max Beauvoir, un bioquímico formado en París y Nueva York, que desde entonces se hace llamar “el Papa de vudú”.

“La misión vuduista es repensarlo todo, guiar a los jóvenes que no tienen guía ni empleo, que cambien las pistolas por los libros”, dice Cheguevara Kermidor. La Liga ha enviado cartas a todas las ONG y agencias de cooperación que trabajan en Cité Soleil, pidiéndoles financiación para llevar a cabo sus proyectos sociales. Ninguna ha respondido.



Las nuevas bandas de cité soleil no tienen nombre, pero tienen zonas, una por cada barrio de los 34 de la comuna

La guerra entre los cascos azules y las pandillas de Wilmé, Duclona y Ti Coto terminó oficialmente en febrero de 2007, con una última batalla que se prolongó 12 horas. La Minustah ha multiplicado sus fuerzas. En los últimos ocho años, 57 países han enviado a sus soldados y policías a guardar el orden, el Estado de derecho, las elecciones libres, los derechos humanos, y garantizar el desarme en Haití. Hay tropas de Burkina Faso, Burundi, Camerún, Chad, Costa de Marfil, Egipto, Rusia, Guinea, Jordania, Kirguizistán, Madagascar, Malí, Nepal, Níger, Nigeria, Pakistán, Ruanda, Serbia, Sierra Leona, Sri Lanka, Togo, Turquía, Yemen… Las patrullas de Brasil siguen encargadas de la vigilancia de Cité Soleil. La policía de Haití monta retenes a lo largo de las principales avenidas.

Pero las paredes del barrio siguen pintadas de obituarios. “Adiós, Mama, RIP”, “Adiós, Esaie”, “Adiós, Félix”. El más grande, el más vistoso, es el de Jean Liphète Nelson: fundador de Radio Boukman y director de una de las ocho escuelas de la ONG Hands Together, que ofrece educación gratuita a 10.000 chicos del barrio. “Vyolans se pwazon be devlopanan”: “La violencia es un veneno para el desarrollo”, dice en creole la inscripción sobre el retrato a gran escala del periodista en la esquina que conduce a la emisora. Nelson fue asesinado de un disparo el 5 de marzo de 2012, frente a la escuela que dirigía, por un nuevo pandillero apodado T-Watson, de no más de 17 años y que ya ha ido a parar a la cárcel. Radio Boukman ya está de nuevo en el aire, pero los comerciantes de la ciudad tienen miedo de seguir anunciando allí sus servicios.

La nuevas bandas de Cité Soleil no tienen nombre, pero tienen zonas, una por cada barrio de los 34 que conforma la comuna. T-Watson era el terror de Bois Neuf y se sospecha que mató a Nelson solo para granjearse respeto. En agosto también fue asesinado Félix, voluntario en el hospital St. Catherine, que administra Médicos Sin Fronteras: le disparó un sicario que iba a pie. “Aunque la policía y la Minustah maten a todos los pandilleros, en un año vamos a tener otros nuevos. Porque no hay empleos, no hay escuelas”, dice Joachim Jorel, el antiguo administrador y nuevo director de la emisora. Esa guerra, muy pocos la están peleando. FUENTE: EL PAIS.

Mañana os esperamos a todos a las 20:45H.

Parroquia Nuestra Señora de las Fuentes C/Villa de Marín, 39


Entrada libre hasta completar aforo. Se recogerán donativos para el Proyecto Cité-Soleil (Haití).

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