DE ESPECTADOR EN EL CONCIERTO DE ALCALÁ
Allá por el 89, cuando alguno de mis compañeros del MET me invitaba a acompañarle al servicio dominical en la comunidad de cualquiera que fuera su distrito del enorme Grand Manhattan, poco podía imaginar yo que, casi 20 años después, terminaría cambiando el papel de asombrado espectador por el de protagonista y que tendría la irrepetible fortuna de formar parte del proyecto de música gospel más importante de España.

Así es Living Water.
Durante cinco años fui tenor del Coro Gospel Living Water y, con ellos, canté en los mejores teatros y auditorios, hice programas de radio, grabé discos y directos, me estrené en el Auditorio Nacional, hice mi primera gira internacional como cantante y aprendí la verdadera importancia de la disciplina y del trabajo duro –pero duro de verdad– para que la magia de la música, tan simple a simple vista, se produzca sobre un escenario. Además, de remate, descubrí dos valiosas realidades que hasta entonces me habían sido desconocidas como cantante: la sana y necesaria humildad que implica pertenecer a un grupo en el que otras 99 voces son tan irrepetibles como la tuya propia y la indescriptible explosión de emociones que te levantan en vilo cuando compartes el momento de crear música con otras 99 voces sobre un escenario.
Hoy, en diciembre de 2014, la música me ha llevado por otros caminos y, al menos por el momento, no sigo compartiendo escenario con esa troupe de artistas fantásticos, compañeros y amigos con los que he vivido, literalmente, miles de momentos. Cuando llegué a Living Water, era un proyecto recién nacido que aún titubeaba a pesar del gran éxito de sus primeros directos. En los cinco años siguientes, lo vi crecer desde dentro y fui testigo en primera línea de un asombroso proceso de profesionalización, trabajo incansable, crecimiento musical, genialidad artística y compromiso con una línea de trabajo y unos valores claros, concisos e inamovibles. Cuando me marché de Living Water, demasiado acostumbrado a las ovaciones, a los llenos absolutos y a los calendarios agotadores repletos de conciertos, creía que dejaba detrás la mejor generación del proyecto y que lo que nosotros habíamos hecho no se podría superar. Pero me equivocaba. Y mucho.

La nueva generación de Living Water no es una simple renovación de cantantes. Esta nueva generación es un conglomerado de artistas con un asombroso talento y cada concierto es una lección magistral sobre el arte de hacer un gran espectáculo.
¿Y sobre el espectáculo de Living Water en 2014? Por destacar sólo lo mejor:
Ride on King Jesus: sobrecogedor. Impresiona escuchar un a capella con semejante afinación y proyección sin apenas haberte quitado el abrigo.
Total praise: un riguroso estreno que se lleva la emoción de calle. Conmovedor y, musicalmente, una auténtica y delicada preciosidad.
Y … la segunda parte del espectáculo al completo: sencillamente, maravillosa. Una gospel session encadenada, de unos 45 minutos, llena de ritmo, de sorpresas vocales, de técnica gospel llevada al extremo, de voces compactas y vivas y de vibración interminable. Un ramo de solistas sobradísimos, como siempre, de calidad vocal que no escatiman ni un ápice de entrega, un track list tan variado como consciente de que lo mejor se guarda siempre para el final, una renovada y única versión de His eye is on the sparrow que no tiene comparación o My life, un tema que resume, en todos sus elementos, lo que es el gospel marca Living Water: auténtico, completo, complejo y repleto de matices.
Living Water siempre ha sabido lo que quiere y cómo conducirse hacia allí. Así ha sido y así continúa siendo. Hasta hoy.
El 22 de diciembre vuelvo a ver a Living Water en el Teatro Lope de Vega de Madrid. Porque, ante un aforo der 2.000 personas, todo es mejor, más grande, más espectáculo todavía.
@NachoAllorente